El fondo de pantalla del iPhone puede decir mucho de nosotros e incluso ser la pista definitiva para que acaben deteniéndote si eres un ladrón. Es normal preguntarse qué ladrón es tan estúpido de dejarse un móvil en la escena del crimen y que su fondo de pantalla le delatara.
No sabemos cómo de tonto era, pero sí que esta ocurrió en la vida real. Y si el inicio de esta trama con un iPhone de por medio es curioso, lo mejor de todo es que esta historia tiene un final rocambolesco e inesperado como pocas.
Primera lección al ladrón: vigila tu iPhone y tu fondo de pantalla
Esta historia sucedió en Paris, no la capital francesa (que además lleva tilde en castellano), sino el Paris estadounidense que se encuentra en el estado de Maine. Fue en enero de este mismo año cuando se denunció un robo en la oficina de correos de la ciudad. Los ladrones se habían llevado todo tipo de enseres, desde correo postal y llaves hasta una impresora de giros postales. Probablemente tenían idea de realizar una estafa por correo postal.
Los trabajadores de la oficina sospechaban que los ladrones habían logrado entrar por la ventana. Eso intuían al ver que estaba rota, aunque pasó de ser una intuición a una certeza cuando la policía encontró un iPhone en la parte exterior de la ventana. Estaba en el suelo cubierto de nieve (el pueblo entero estaba nevado, no es que alguien llevase su propia nieve).
El caso es que aquel iPhone acabaría siendo la perdición de los ladrones, dado que en su fondo de pantalla aparecía la fotografía de una pareja. La policía utilizó un software no revelado para pasarle un reconocimiento facial a aquella fotografía y así identificar a los sospechosos. Así fue como dieron con la identidad de Winston McLeod.
“Dame tu llave o te mato”
Entre tanto, y apenas unos días después de aquel robo en la oficina, se denunciaron dos atracos a personal de correos. Una de las carteras declaró que un hombre negro con pasamontañas y un cuchillo le ordenó entregarle la llave del buzón de correos. Lo que ella hizo fue darle la llave de su furgoneta de UPS. El otro cartero realizó una descripción similar del atracador, con el añadido de que a él le amenazó diciendo “dame tu llave o te mato”.
Aquellas descripciones del atracador coincidía con los datos que se habían obtenido de Winston McLeod, por lo que estaba clara su participación en el robo de la oficina y en estos atracos. La suerte sonrío a la policía, dado que aquel mismo día lograron interceptar un coche en el que iba como pasajero.
Junto a McLeod, en aquel vehículo también viajaba un tal Lance Funderburk, quien de hecho era el conductor. McLeod se identificó con un nombre falso ante la policía, pero terminaron de perder las pocas dudas que les quedaban al observar que iba vestido con un pasamontañas y que en el vehículo había dos cuchillos. Eso sí, únicamente le detuvieron a él, sin implicar (de momento) a Funderburk.
Y eso que en el vehículo también encontraron drogas y cheques con diferentes nombres. Ya en comisaria, a McLeod le encontraron 4.382 dólares en metálico escondidos en su ropa interior.
Una desconocida dio la pista para encontrar al viejo conocido
Tras el interrogatorio y a la espera de una vista judicial, agentes de la policía se pusieron en contacto con Funderburk para que acudiese a recoger a su colega. La sorpresa vino cuando allí se presentó una mujer buscando a McLeod y que afirmaba haber venido sola.
Con semejantes precedentes, la policía no se fiaba, así que salieron a ver si había algún acompañante más y vaya que si lo había. Al lado de la comisaría había precisamente una oficina de correos y allí encontraron al mismísimo Funderburk tirado en el suelo, con unos guantes blancos y los dedos manchados de rojo. Y ahora sí, procedieron a detenerle.
Se escondió unas llaves en el lugar más insospechado
Funderburk, con grilletes en sus manos, se había quedado solo en la misma sala en la que la policía le había registrado e interrogado. Uno de los agentes cometió el descuido de dejar en la mesa de la sala una de las llaves que le habían incautado.
En las cámaras de vigilancia de la sala se podía ver a Funderburk ponerse de pie y, pese a llevar las esposas, tomar las llaves y guardarlas por dentro de su pantalón. Es algo que la policía vio enseguida, pero se sorprendieron al ver que ni en sus bolsillos ni en sus nalgas estaban las llaves. La sospecha era evidente: se había introducido las llaves en la cavidad anal. Un curioso y habitual procedimiento para evitar que pudiesen quitarle de nuevo las llaves.
Finalmente, en marzo de este año y apenas un par de meses después de los hechos, un jurado acusó formalmente a McLeod y Funderburk de conspiración para robar a empleados de correos. También les sumaron cargos de atracos y se les exigió la devolución de cualquier tipo de bien inmueble que fuese pagado con dinero cuya procedencia tuviese relación con actos ilegales.
McLeod acabó declarándose culpable de todos los cargos en julio y se cree que Funderburk tenga un juicio antes de acabar el año. En cualquier caso, y por rocambolesco que haya sido la historia completa, no deja de ser curioso recordar que todo empezó por un simple descuido y un iPhone que “se chivó” de los autores del robo.
Intentaron robar en una oficina de correos, pero nunca imaginaron que el fondo de pantalla de su iPhone sería lo que los delataría
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